Göte Nyman nació en Finlandia. En la década del ’70, se recibió de psicólogo y desde entonces, se dedica a analizar la manera en que las personas se relacionan con la tecnología. Su trabajo en este campo es sumamente amplio, e incluye casi cinco décadas como profesor de psicología en la Universidad de Helsinki, además de colaboraciones con la Iniciativa de Innovación para la Paz de la Universidad de Stanford y con el Centro Finlandés de Inteligencia Artificial. En el ámbito privado, trabajó con empresas como Nokia y Toyota, entre un gran número de compañías tecnológicas y startups. Recientemente, publicó su libro “Percepciones de un Camino” y se encuentra trabajando en su nueva novela, que se titulará “Perceptions of the Les Demoiselles d’Avignon”, en la que incluirá al IoB de manera ficticia “para mostrar una forma de usarlo a gran escala”.
El nacimiento de Internet of Behavior
En 2010, Nyman se encontraba trabajando en IoT — Internet of Things o Internet de las Cosas — , que es el uso de tecnología para recopilar datos que luego se transforman en información, buscando predecir comportamientos.
No obstante, Nyman encontró que IoT tenía algunas limitaciones. “Realmente no sabemos cómo se comportan los individuos ni entendemos por qué muestran ciertos patrones de comportamiento. Tenemos dificultades para establecer contactos que sean contextualmente relevantes con las personas. En nuestras formas de comunicación modernas, todavía sufrimos de un grave síndrome de desajuste de la relevancia de las cosas”, escribió en su blog la primera vez que se refirió a este tema.
Se necesita un paso más para convertir a esos datos recopilados por IoT en algo verdaderamente útil, que traiga beneficios tanto para las personas como para las empresas. La recolección y el análisis de datos de comportamientos, intereses y preferencias necesitan de un nuevo marco que las contenga. Es así cómo Nyman introduce el concepto de Internet of Behavior o Internet de Comportamientos.
En contraposición a IoT, la IoB busca tomar un rol mucho más activo para incidir directamente en las conductas y decisiones de las personas. Según Nyman, el propósito de esta es utilizar tecnologías de trackeo para incrementar el conocimiento sobre el comportamiento de las personas y cómo estas se relacionan con un producto, un servicio, una empresa, una marca o incluso con el gobierno.
En ese entonces, hace más de una década, el concepto de un Internet de Comportamientos parecía de otro tiempo y fue dejado de lado por sus colegas y por los miembros de la industria tecnológica. Como suele ocurrir con las grandes ideas, nadie parecía estar preparado para una disrupción semejante.
“Me sentí frustrado por las recepciones negativas y desinteresadas que tuvo la idea en Slush (uno de los eventos de venture capitals y tecnología más importantes de Finlandia), por Tekes (una de las principales organizaciones de financiación) y por algunos operadores de redes y telecomunicaciones”, asegura.
No obstante, nada ni nadie le impidió a Nyman continuar desarrollando y profundizando el tema. En los años siguientes, perfeccionó su idea, hasta que en el 2020 una de las consultoras más influyentes del mundo tomó nota de sus contribuciones. A finales de 2020 un reporte de Gartner lo cambió todo: Internet of Behavior sería, según la consultora, una de las tendencias que más impactará en las personas en este 2021 y los años venideros. De hecho, estiman que para 2023 el 40% de la población global — unas 3.000 millones de personas — tendrá su comportamiento trackeado por IoB. Este número alcanzaría a la mitad de la población mundial en 2025.
Oportunidades y beneficios
A la hora de analizar cuáles son los aspectos positivos de IoB, surgen como principales aquellos relacionados con conocer mejor a los usuarios. Por ejemplo, se podrían determinar los hábitos de compra de los clientes en todas las plataformas; estudiar hasta el cansancio los datos sobre cómo las personas se relacionan con servicios, productos, dispositivos; obtener una mejor experiencia de cliente; o incluso obtener notificaciones personalizadas en tiempo real sobre tal o cual marca.
En adición, surge una nueva economía de los datos humanos. Sobre este punto, la IoB podría plantear un cambio enorme en el trinomio actual entre usuarios-datos-empresas. Por ejemplo, los dispositivos “wearables” — que miden el sueño, la alimentación, el ritmo cardíaco, el ejercicio y otros datos vinculados con la salud — , generan información sumamente valiosa para las empresas.
Para Statista, hoy son más de 700 millones de personas en el mundo que utilizan estos dispositivos y, según Gartner, este año esa información generará alrededor de 63 mil millones de dólares para las compañías que recolectan y utilizan esos datos. Ahora bien, la gratuidad de esta enorme generación de información de los usuarios para las empresas se revertiría. Es decir, en lugar de que sea entregada sin costo, las personas podrían vender su información, generando una nueva economía de “datos humanos”.
Entre el temor y la precaución
El mundo del siglo XXI, a veces, parece haberse convertido en una especie de “Black Mirror” mezclado con “1984”. La constante exposición a pantallas, datos, algoritmos y a una vida cada vez más digital modelan no solamente las conductas y comportamientos individuales, sino también la forma de relacionarnos con el entorno. En definitiva, la tecnología modifica los tejidos más profundos que sostienen a la sociedad en su conjunto.
Las nuevas tecnologías que, a priori, traen soluciones para la vida cotidiana, también son capaces de borrar cualquier frontera de privacidad e intimidad.
Sobre este punto, Nyman observa: “Creo que nos hemos acercado a la situación en la que varias fuerzas, operando al mismo tiempo, impulsan los nuevos cambios de paradigma. Es bastante sorprendente lo poco convincente que ha sido la nueva generación digital para cambiar los paradigmas digitales actuales (redes sociales, juegos, negocios en la red, educación). Los mismos paradigmas que había en los ’90 siguen dominando hoy, aunque con mayor velocidad, cobertura y contenidos”. Quizás sea hora de derribar de una vez por todas los viejos paradigmas para poder entrar de lleno en esta nueva era. Pero ¿qué los reemplazaría?
Máscaras virtuales, identidades protegidas
Asusta un poco la idea de que cada actividad, sentimiento o deseo (aquello que, en definitiva, determina el comportamiento) esté trackeado. ¿Por qué una empresa de tecnología tendría tantos datos sobre sus usuarios? ¿Qué podrían hacer con esa información? Si es inevitable que cada vez estemos más monitoreados, ¿cómo se hace para que la privacidad y la intimidad no queden tan expuestas? La irrupción tecnológica en el ámbito privado será uno de los problemas más grandes que enfrentaremos como sociedad en los próximos años.
La solución que propone Gote a este dilema entre privacidad — seguridad — intimidad — uso de tecnologías podría parecer descabellada, pero no lo es tanto. Se trata de que el registro del comportamiento de cada usuario esté disociado de la identidad de esa persona.
Por ejemplo: el usuario Juan González, a los ojos de una empresa que trackea sus actividades y comportamientos, sería un ID al azar. Esto impediría que Juan sea identificado con su verdadera identidad, dejando de lado todo lo que esto supone, como su nombre, edad, orientación sexual, residencia, trabajo, estudio, actividades pasadas o presentes, etc. Juan sería, a los ojos del sistema, un número más que no puede ser ligado a su identidad real.
“IoB podría ofrecer una arquitectura donde los datos de identidad no se revelan y al mismo tiempo son seguros, en la medida que se brindan enormes beneficios comerciales y de nuevos servicios”, asegura Nyman.
Este punto es fundamental, ya que plantea una solución concreta al dilema de la IoB pero requiere del diseño e implementación de nuevas políticas por parte de empresas y gobiernos. Sin embargo, el asunto de la separación de la identidad no fue incluido por Gartner en su reporte, que se sigue amplificando. Esta cuestión parece preocupar a Nyman.
Influencias, regulaciones y educación
A pesar de su entusiasmo, el “padre” de la IoB no es ingenuo ante los nuevos desafíos que estas tecnologías traen consigo. “Existen nuevos desafíos, ya que las regulaciones necesitan de ‘nuevos ojos’. cuando haya datos masivos en la red sobre comportamientos sistemáticos, ¿se podrían utilizar indebidamente para incitar a las personas a tener comportamientos nocivos? Hemos visto que tales eventos — como la reciente toma del Capitolio en Estados Unidos — se pueden activar, incluso sin los datos de identidad. En este escenario, la IoB le da una potencial nueva escala a esto. Por eso, debemos estar preparados. Lo que necesitamos son nuevas discusiones, pero serias. Soy optimista, pero sé que debemos trabajar en las formas de representar los datos de manera anónima y segura en la red”.
Cómo se implementarán las nuevas técnicas de IoB es algo que aún no podemos saber, pero lo que sí se puede es impulsar la creación de marcos regulatorios que tengan a la privacidad y la intimidad en el centro de las decisiones. Nyman asegura que ante estos nuevos desafíos, las regulaciones necesitan de “nuevos ojos”.
Ya que la IoB es una extensión de IoT, ambas tendencias se desarrollarán y crecerán en simultáneo. Mientras que esta última quedará más ligada a aspectos empresariales o de administración de las ciudades inteligentes, IoB servirá para definir el comportamiento humano en un mundo cada vez más digital.
Para que este nuevo ecosistema sea saludable, las empresas deberán implementar programas de educación centrados en la ciberseguridad y la privacidad. La clave será garantizar la confianza entre las personas, las empresas y los gobiernos no solamente no se rompa, sino que se fortalezca. “Solo necesitamos una muestra grande por parte de un jugador importante de la industria que rompa el hielo”, concluye Nyman.