Según un estudio elaborado por Stanford, en 2019 se invirtieron un total de 70.000 millones de dólares en el desarrollo de IA a nivel global. De esta suma, casi el 10% fue destinado al desarrollo de autos autónomos. En segundo lugar quedó la investigación en medicamentos, enfermedades como el cáncer y otras terapias, con fondos por 4.700 millones. Esta misma suma se invirtió en los sistemas de reconocimiento facial. Por último, los 3.600 millones destinados a contenidos en vídeo y los 3.100 millones en la detección del fraude bancario cierran el podio de mayores inversiones.
Aunque la investigación y desarrollo de IA está concentrada en Estados Unidos, China y las grandes potencias europeas, varios proyectos de regiones hispanoparlantes merecen ser destacados. En Argentina, Mauricio Farez, investigador y médico del FLENI y su socio Diego Fernández Slezak (UBA) co fundaron Entail, un software de Inteligencia Artificial para el análisis de imágenes médicas. Por ejemplo, están trabajando en tomografías de tórax y de cerebro y se encuentran ayudando al sistema de salud a través de un algoritmo que analiza radiografías de tórax para la toma de decisiones sobre pacientes COVID-19.
A 10 mil kilómetros de Buenos Aires, en España, hay avances prácticos importantes. Por ejemplo, el Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades publicó en 2019 la Estrategia española de I+D+I en Inteligencia Artificial. Este documento prueba que el tema ya forma parte de la agenda de políticas públicas y, si bien es teórico, se enfoca en cómo debería de ser el desarrollo de la IA para el progreso social, productivo y económico.
Por otra parte, este año, la prestigiosa revista Datamation eligió a la ibérica Sherpa como una de las diez compañías más importantes de IA a nivel global. Esta compañía se dedica al desarrollo de asistentes digitales y predictivos de Inteligencia Artificial. ¿Qué es lo que hace? Utiliza algoritmos predictivos que permiten analizar patrones, aprender del contexto de los usuarios y adelantarse a sus necesidades.
Si bien Sherpa vende únicamente al mercado corporativo, los asistentes virtuales (que permiten, por ejemplo, hacer un hogar “smart”) van en franco aumento. De hecho, según un informe de Juniper Research publicado en Business Insider, la cifra de asistentes de voz se triplicará en los próximos cinco años, llegando a 8.000 millones de equipos compatibles con esta tecnología.
Como vemos, los proyectos de investigación y desarrollo de IA, así como las perspectivas para su uso en el mediano y corto plazo, no paran de crecer. No obstante, la IA atraviesa grandes retos, especialmente en cuestiones como su ética. Si la IA crece y se hace más inteligente, ¿quiere decir, necesariamente, que esté bien?
De acuerdo con el informe de Stanford, para el ámbito académico los principales desafíos de la IA son: la imparcialidad, porque es necesario construir una IA que sea imparcial, en una sociedad sistémica e institucionalmente sesgada; la interpretabilidad, que colabore en el entendimiento entre sistemas y personas; la explicabilidad, es decir, que sea capaz de expresar cómo tomó sus decisiones; y la transparencia, para que estas decisiones sean fiables.
Por otra parte, el reporte de Juniper destaca las preocupaciones de la opinión pública respecto a los marcos legislativos, la privacidad de los datos, el uso de sistemas de reconocimiento facial, el sesgo discriminador de una parte de los algoritmos y el papel de las grandes firmas tecnológicas.
Ni tan cerca de los autos autónomos voladores, comandados por robots asesinos superinteligentes, ni tan incipiente como para ser ignorado, el uso de IA ya es un hecho. A diario, convivimos con IA que nos ayudan a traducir textos a otro idioma, chateamos con sistemas para programar un turno con el médico o hacer una compra, o incluso hablamos con sistemas domésticos que resuelven tareas como la iluminación o la música de la casa.
Ahora, pensando en grande, si tenemos la posibilidad de imaginar un futuro en el que las computadoras estén al servicio de las comunidades, ¿sus tareas no deberían estar enfocadas en pos de la equidad y el bien común? Y si es este el objetivo, ¿en manos de quién dejamos estas decisiones? Es cierto que, como dice el poeta, “el futuro ya llegó”, pero ¿estamos preparados?