El Internet of Things (IoT, por sus siglas en inglés) es una red gigante de dispositivos conectados. Estos utilizan sensores para captar y compartir datos tanto sobre su propio uso como también sobre el ambiente en el que se encuentran. Una vez que los datos son recolectados, viajan a las bases de datos a través de Internet, son analizados y se transforman en información.
IoT se diferencia de otros objetos conectados, como los smartphones o las computadoras, porque estos productos sí fueron creados para funcionar con Internet. Se trata de poder conectar a todos aquellos objetos que no cuentan con conexión per se, como puede ser un semáforo, una heladera o una línea de montaje.
En el uso industrial de IoT, el principal objetivo es predecir comportamientos y anticiparse a los hechos, además de optimizar procesos. Por ejemplo, una compañía petrolera puede sumar esta tecnología para medir la carga de combustible en sus estaciones de servicio y anticiparse a quiebres de stock.
De acuerdo con el informe “IoT Spotlight”, elaborado por Vodafone, el 79% de las compañías españolas que utilizan IoT asegura que esta tecnología fue clave para mantener su negocio durante la pandemia del Covid 19. La media global, según este mismo reporte, es del 84%. En este mismo sentido, el reporte indica que gracias a IoT, las compañías mejoraron su productividad un 49% y mejoraron la experiencia de clientes un 59%.
En cuanto al uso doméstico, por su parte, muchos dispositivos utilizan Internet para poder ser gestionados de manera remota, como pueden ser los sistemas de luminaria y calefacción, riego, seguridad, o hasta electrodomésticos. Gracias a una aplicación móvil se puede, por ejemplo, controlar una heladera, verificar qué productos faltan o están por acabarse y efectuar una compra. También, con IoT, los usuarios pueden controlar videocámaras desde su móvil y chequear que todo esté en orden.
Según Statista, el mercado global de dispositivos para el hogar conectado tuvo un valor de 80 mil millones de euros en 2020. En adición, se prevé un crecimiento del 22,3% anual, llegando a los 140 mil millones en 2024. En este sentido, los expertos aseguran que para 2024, el 20% de los hogares españoles tendrán al menos un dispositivo conectado. Este representa un crecimiento del 300% respecto a 2018.
Por otra parte, cuando se piensa en ciudades inteligentes, los gobiernos utilizan IoT para optimizar la movilidad urbana, ya que pueden conocer en tiempo real el estado del tránsito y el transporte público. También se puede implementar esta tecnología para la gestión de la seguridad, a través de cámaras conectadas a los sistemas de emergencia; e incluso para mejorar otros servicios, como la salud pública, la recolección inteligente de residuos o hasta anticiparse a inundaciones y catástrofes climáticas.
Con más del 80% de sus habitantes en zonas urbanas, según GSMA, América Latina es la región más urbanizada del mundo. La modernización de estas ciudades, en una combinación entre la esfera de la administración pública y el sector privado resulta fundamental para el desarrollo sostenible y equitativo.
Por ejemplo, en Caraguatuba, en San Pablo (Brasil), la gestión de las luminarias se hace de manera remota. Un proveedor privado se encarga de la implementación, mantenimiento y puesta en marcha, mientras que el monitoreo está a cargo del gobierno local, quien gestiona todo desde un panel. Si bien este puede parecer un ejemplo simple, es un buen primer paso de articulación público-privada para la gestión de ciudades inteligentes en América Latina.
Los autos voladores y la vida perfecta no están a la vuelta de la esquina. No obstante, que IoT está presente en las actividades cotidianas ya es un hecho y queda claro que su uso se seguirá extendiendo. Un futuro más amigable y sustentable con el entorno, una vida más cómoda para las personas y gobiernos más eficientes son algunas de las promesas que la tecnología puede ayudar a cumplir. ¿Estamos listos para dar el siguiente paso?