Un estudio de BetterUp Labs junto al Stanford Social Media Lab detectó un fenómeno en crecimiento: el Workslop. El término describe esos textos, informes o tareas hechas con IA que parecen correctos a primera vista, pero que en realidad están vacíos, mal enfocados o sin contexto. 

Según la encuesta —1.150 trabajadores en EE. UU.— el 40% recibió workslop en el último mes, y calcula que representa el 15% del contenido que circula en la oficina. ¿El costo? Casi dos horas destinadas a rehacer trabajo ajeno, lo que equivale a unos US$186 por persona al mes. Para una empresa de 10.000 empleados, la pérdida superaría los US$9 millones al año.

Pero no se trata únicamente del tiempo perdido: también rompe la confianza y el clima de trabajo. El mismo estudio muestra que casi la mitad de quienes recibieron Workslop empezó a ver a esos compañeros como menos creativos o capaces; un 42% los considera menos confiables y un 32% preferiría no volver a trabajar con ellos. 

Esa erosión social importa porque la IA, paradójicamente, necesita de equipos que colaboren, pidan contexto y se den buena retroalimentación. Como recordaba el escritor estadounidense Nicholas Carr en The Atlantic: “Las herramientas no sólo modifican lo que hacemos, sino cómo pensamos”. Cuando ese ecosistema de confianza se daña, todo lo demás se desordena.

Parte del problema nace desde arriba: muchas empresas piden “usar IA” sin explicar cuándo, para qué y con qué estándares. Así, la herramienta se convierte en un atajo para salir del paso, no en un apoyo real. Porque lo que debería ser una solución o una mayor velocidad de entrega, en realidad termina siendo pérdida de tiempo, frustración y desconfianz