Las tecnologías para el hogar inteligente incluyen todo tipo de electrodomésticos conectados, como heladeras, acondicionadores de aire o artefactos de limpieza, que trabajan sin la necesidad de supervisión humana. De acuerdo con datos de Statista, para 2024 el 20% de los hogares españoles tendrán al menos un dispositivo conectado, lo que representa un crecimiento del 300% respecto a 2018.
Este incremento se verá reflejado, especialmente, en lo que tiene que ver con la seguridad y el cuidado del hogar: protección de accesos, vigilancia y seguro para puertas y ventanas. De hecho, cerca de medio millón de hogares españoles ya cuentan con al menos una solución de seguridad inteligente y se prevé que se triplicará hacia 2024, cuando llegue a 1,5 millones.
En América Latina, el incremento en el uso de productos conectados va viento en popa. Según la consultora IDC, los gastos mundiales en IoT superarán la marca del trillón de dólares hacia 2022. En esta línea, los países que notarán el crecimiento más acelerado del gasto para 2022 (en términos de su Tasa Anual Compuesta de Crecimiento) se encuentran en Latinoamérica y son: México (28,3%), Colombia (24,9%) y Chile (23,3%).
Hasta acá, todo bien con el optimismo, el crecimiento de las nuevas tecnologías y su adopción. Pero, ¿qué pasa con la seguridad de los datos y la privacidad de las personas? Que los dispositivos sean inteligentes no quiere decir, necesariamente, que sean seguros.
El hackeo de un juguete smart mal configurado o una cámara de video vigilancia es la llave para acceder a la conexión de Internet doméstica. Para los hackers, gracias al uso de ingeniería reversa y algunos conocimientos técnicos, tomar el control de un hogar suele ser algo sumamente simple. Una vez que se tiene el control de un solo dispositivo, cualquier otra cosa es posible. Desde ver y escuchar qué cosas los usuarios están haciendo a través del control de las cámaras y micrófonos, hasta sus posteos en redes sociales o datos bancarios, la privacidad puede llegar a quedar sumamente expuesta.
El ingeniero Ken Munro -el IoT destroyer, como se autodefine- cuenta en esta charla TED cómo él y su equipo fueron capaces de hackear distintos dispositivos, como un candado smart que se abre con la huella digital del propietario, una muñeca interactiva y hasta una pava eléctrica. De hecho, explica que muchas veces, al ingresar a la app móvil para controlar la propia videocámara instalada en el hogar, se pueden acceder a las de otros usuarios, sin que estos siquiera lo sospechen.
Inteligencia, comodidad y seguridad, se sabe, no son sinónimos. De hecho, la Unión Europea — a través de ENISA, su agencia para la Cyber Seguridad — emitió un documento en el que trata los elementos clave para los productos IoT, en pos de la seguridad de los datos y la privacidad de los usuarios. En esta línea, Europa también cuenta con la certificación 2019/881, cuyo objetivo es “establecer y mantener la confianza y la seguridad en los productos, servicios y procesos de ciberseguridad”.
Hay cosas que como usuario se pueden hacer para garantizar la seguridad. Algunos consejos: primero, chequear las contraseñas, parches de seguridad y pines. Utilizar contraseñas complejas -y no las de fábrica- es un primer paso. Segundo, poner los dispositivos conectados a IoT en una red separada de la que se utiliza habitualmente. Si bien es algo que requiere cierto conocimiento, aquí hay una guía muy útil para hacerlo. Tercero y último, no comprar dispositivos a menos que los fabricantes prueben que, efectivamente, son seguros. En este mundo cada vez más conectado es importante trabajar en pos de la educación de los usuarios.