ChatGPT ahora también es su personal shopper (pero dice que no lo hace por dinero).

OpenAI sigue ampliando su currículum. La idea es sencilla: están chateando con la IA y, de pronto, necesitan una tostadora, o una lámpara vintage que dé vibras de “estudio de escritor atormentado y con poco presupuesto”. ChatGPT responde con una lista de opciones basada en gustos, búsquedas pasadas y, por qué no, historial emocional. Porque sí: recuerda. No nos quiere juzgar, pero jamás va a olvidar que en noviembre buscamos “cómo hacer café si no tengo ganas de vivir”.

Funciona así: cuando los usuarios le piden algo a ChatGPT, el sistema devuelve un menú de productos con foto, descripción y links a Amazon, Walmart o cualquier otro templo de la compra innecesaria. Todo desde la misma interfaz. Ustedes solo tienen que mover el pulgar. O ni eso, si ya entrenaron a su voz.

Adam Fry, jefe de producto de búsqueda en OpenAI, le mostró a Wired cómo opera esta nueva maravilla del consumo personalizado. Y lo interesante no es lo que hace, sino cómo lo disfraza. OpenAI insiste con que esto no es publicidad. Que no hay productos patrocinados. Que nadie pagó por aparecer ahí. Y que, por lo tanto, todos los usuarios verán lo mismo. O sea, un sistema igualitario de consumo neurótico.

Un modelo de negocios tan invisible que ni siquiera se llama modelo de negocios. Se llama “Search”. Pero, a no confundirse: no está buscando por ustedes. Está buscando dentro de ustedes. Sus patrones, sus caprichos, su insomnio consumista de las 2 a.m.

¿Querían una IA que los entendiera? Acá está. Los entiende tanto, que ya sabe en qué van a gastarse el sueldo antes de que lo cobren. Sam Altman, si estás leyendo esto, escuchame esta idea: creo que podemos bautizar esta nueva función como OpenABuy.

¿Y las fuentes? Las reseñas que ChatGPT muestra salen de medios especializados, foros tipo Reddit y otras zonas grises de internet donde la gente opina con pasión sobre cualquier tema. Pero si se quiere, puede pedirse de dónde quieren que saque la data.

Ahora, otra pregunta incómoda: ¿y los medios que viven de recomendarles cosas? Bueno, para ellos, malas noticias. Si ChatGPT empieza a meterse en ese terreno, el negocio del “contenido afiliado” el futuro es poco promisorio.

Fry lo explicó con la elegancia típica del Silicon Valley: “Vamos a experimentar con distintos modelos para que esto funcione”. Traducción: “aún no sabemos cómo cobrarles, pero quédense tranquilos que vamos a encontrar la forma”.

Por ahora, obviamente, OpenAI jura que nada de esto lo hace por dinero. Que lo hacen para “mejorar la experiencia del usuario”. Frase que, como todos sabemos, suele anunciar que alguien va a monetizarles los sueños antes de que terminemos de tenerlos.

Si a este escenario le sumamos la posibilidad de que OpenAI se quede con Chrome — como efecto colateral del juicio antimonopolio que enfrenta Google —, entonces la cosa se va a poner realmente interesante. La conclusión es tan obvia como incómoda: ChatGPT no vende. Todavía. Pero nos convence de comprar, que es mucho más elegante.