El gigante enfrenta un juicio antimonopólico que podría obligarlo a vender Chrome y a dejar de pagar por ser el asistente IA predeterminado de Samsung. Tranqui.
No tengo registro de otra empresa librando una doble batalla judicial de este calibre al mismo tiempo. Al menos no con este nivel de alcance planetario. Y tiene sentido, ¿no? ¿Alguna vez hubo algo más omnipresente que Google?
Hace un par de décadas me gustaba bromear con que las religiones tradicionales eventualmente serían reemplazadas por nuevas deidades tecnológicas, capaces de ofrecer respuestas, consuelo y soluciones a nuestras miserias cotidianas. Google iba a ser el Supremo, naturalmente. En mi cabeza era algo muy egipcio, no sé bien por qué. Quizás por esa mezcla de respeto reverencial y miedo que inspira. Aunque también es irónico: siempre se han esforzado en ir bajito, para que no se note tanto que son un monopolio. Todo lo contrario a las pirámides y los fastuosos monumentos. Yo hubiera hecho lo mismo.
Porque nunca hubo un Imperio así. O bueno, hubo uno. AT&T, que en 1982 fue desmembrado por orden judicial tras décadas de controlar las telecomunicaciones de EE. UU. Lo partieron en siete pedazos, las famosas Baby Bells, aunque con el tiempo algunas se volvieron a fusionar y hoy AT&T sigue existiendo.
Volviendo.
Primer Round: Chrome
Por primera vez desde que desmembraron a AT&T, el gobierno de EE.UU quiere disolver un gigante. Esta vez le toca a Google, acusado de abusar de su posición en las búsquedas online para aplastar competidores y consolidar su poder en otros frentes, como la inteligencia artificial. El juicio, que comenzó en Washington, puede terminar obligando a la empresa a vender partes clave de su negocio, como el navegador Chrome, o a abrir su sistema operativo Android si no colabora.
El Departamento de Justicia y varios Estados aseguran que Google compró su monopolio a fuerza de miles de millones en acuerdos con Apple y otros, para asegurarse de ser la opción por defecto en todos lados. Esa ventaja, dicen, le permitió dominar el mercado sin dar lugar a una competencia real.
Google, por supuesto, se defiende. Dice que si lo tocan, pierden los consumidores y se frena la innovación. Que romper el ecosistema es un daño mayor al que buscan evitar. Que ser el más usado no es delito.
Pero esta vez el contexto es distinto. Ya hubo un fallo anterior que confirmó el monopolio. Y ahora se discute cómo remediarlo. La decisión del juez Amit Mehta llegará en agosto, pero lo que está en juego es mucho más que una multa o un cambio de menú en el teléfono. Es una señal: incluso los dioses de Silicon Valley pueden ser llamados a rendir cuentas. Al menos, de vez en cuando.
Segundo Round: Samsung
En paralelo, Google enfrenta otra amenaza que pone en jaque su hegemonía: la posibilidad de que un tribunal le impida seguir pagando para que sus servicios sean la opción predeterminada en los teléfonos Samsung. Hasta ahora, esa práctica le permitió mantener a raya a rivales como OpenAI, que intentó —sin éxito— negociar con el gigante surcoreano.
Nick Turley, jefe de producto de ChatGPT, lo explicó durante el juicio: OpenAI no avanzó porque Google simplemente puede gastar más. También dejó claro que, si el juez ordena la venta de Chrome, ellos estarían interesados en comprarlo. No por altruismo, claro, sino porque distribuir IA a escala global con un navegador propio es la próxima batalla. La lógica es simple y siniestra: quien controla el acceso pone los precios.
El punto de fricción no es menor. A diferencia de Apple, donde OpenAI logró integrarse, el ecosistema Android sigue dominado por acuerdos financieros que garantizan a Google una presencia ubicua. Y el Departamento de Justicia quiere ponerle fin a eso. No solo para abrir el juego, sino para demostrar que hay reglas —y consecuencias— incluso en el imperio de lo intangible.
Google dice que todo esto va a perjudicar al consumidor. Que lo bueno, lo rápido, lo eficiente, depende de que nada cambie demasiado. Pero la pregunta de fondo es otra: ¿qué tipo de mercado tenemos si la innovación solo puede llegar desde una empresa que ya lo controla todo?
El veredicto aún no llegó, pero el mensaje está en el aire: el monopolio dejó de ser invisible. Ahora se discute en voz alta, en tribunales, y con posibles compradores como OpenAI haciendo fila. Porque, si hay algo más valioso que la información, es el poder de decidir qué ocultar. Hasta ahora.
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